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La aparente contradicción entre las palabras proyectar e incertidumbre revela la tensión conceptual que caracteriza a estas páginas. De un lado, proyectar es un trabajo de previsión y anticipación, cuyo objetivo es la construcción de un edificio que está pensado para permanecer a lo largo del tiempo. Por otro lado, la incertidumbre apela a la imposibilidad de prever, a la falta de certezas y a lo inesperado. La necesidad de búsqueda de un acuerdo entre estos dos objetivos irresolubles, define la intencionalidad y el marco discursivo del libro, situando la ambivalencia como el término que define la posición por la que se toma partido, habitando el espacio entre los opuestos duales. La incertidumbre es compañera de viaje de la vida de los edificios, y su permanencia en el tiempo está a travesada y condicionada por acontecimientos sociales, políticos y fenomenológicos, aspectos que superan la propia actividad y el campo de influencia del proyectista. La disposición proyectual por hacer que el hecho arquitectónico interactúe y medie con y para estos factores de dimensión circunstancial, relativa y cambiante, i