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Prometeo robó el fuego a los dioses para alumbrar a los hombres. En represalia, Zeus diseñó un castigo especialmente sádico para Prometeo: un águila bajaría cada noche a mordisquearle el hígado, que a la mañana siguiente se había regenerado, para volver a ser devorado a la caída del sol.
El hígado de Prometeo simboliza la potencia y la fragilidad del humanismo, que muere y nace cada día, siempre amenazado y siempre reconstruido. La cultura humanística afronta hoy la más paradójica de sus amenazas: en el momento en que más accesibles resultan los grandes monumentos del saber occidental, se va instaurando una república de ágrafos agresivos, de analfabetos funcionales, de clérigos laicos y catecúmenos nacionalistas, de salvapatrias de hoz o de cruz que descabalgan del poni de su adanismo bochornoso y pisan los escaños de España como si la acabaran de descubrir. Como si no lleváramos encima veinticinco siglos de civilización.
Este libro está compuesto por ensayos cortos de temática diversa y actualísima en los que algunos héroes tratan de combatir la decadencia en solitario y en los que también numerosos farsantes coadyuvan a su agudización. Junto a la nostalgia y la reivindicación más o menos intempestiva, hay espacio en este libro para señalar el parpadeo de la resistencia, que emite su luz y en ocasiones reviste una intensidad cegadora, porque el fuego que robó Prometeo, en realidad, es tan inmortal como los propios dioses, y no puede apagarse jamás.