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La era de la tecnociencia ha generado, entre otros efectos, el nacimiento y expansión de la empresa “neopanóptica” que emerge hoy como forma de vigilancia casi ubicua de sus empleados y de dominación del sujeto mediante la invasión de su esfera personal. La relación laboral ha sido especialmente sensible a la dificultad de ponderar la libre organización y control del empleador y el respeto a los derechos fundamentales de los trabajadores, en particular, a su intimidad, su privacidad, así como a la información vinculada a estos ámbitos. Este escenario reabre el debate sobre el perímetro ético y legal de la legítima facultad de control empresarial y los medios que utiliza, manifiestamente invasivos, dada su potencial capacidad de trascender, además, a planos como la productividad, la aptitud, el juicio sobre las capacidades profesionales de cada empleado e incluso aspectos de su esfera más cotidiana e íntima. Pero, sobre todo, nos lleva a repensar, más allá de la clara necesidad de construir un derecho a la intimidad y a la autodeterminación informativa del trabajador de acuerdo a parámetros normativos solventes y sobre la premisa de un contrato laboral “intervenido” por las nuevas disciplinas tecnologías y científicas, hacia qué modelo de Derecho del Trabajo queremos ir.