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Beijing, la antigua Pekín, y Shanghai son las dos ciudades más visitadas por los viajeros que recalan en la ancestral China. Si la capital del país es una ciudad monumental, que cuenta con restos históricos imperiales impresionantes y en cuyos alrededores se puede visitar varios tramos de la ciclópea Gran Muralla, Shanghai, en cambio, es la cara más dinámica y evidente de la nueva China. Moderna, próspera, con un crecimiento económico anual que desafía todas las estadísticas, apenas tiene monumentos, pero su enclave, a orillas del Mar de China, es espectacular, y cuenta con hoteles y restaurantes de lo más vanguardista, en contraste con algunos lugares para probar “pato a la pequinesa†en Beijing, que se hallan entre los restaurantes más antiguos del mundo. En Beijing os pasaréis los días contemplando la Ciudad Prohibida, el Templo del Cielo y otros monumentos erigidos bajo el mando de los poderosos emperadores, mientras que en Shanghai pasearéis por el Bund, el famoso muelle fluvial flanqueado por magníficos edificios coloniales, por la modernidad tecnológica del distrito de Pudong y en restaurantes de diseño y cocina tradicional o de fusión. Son las dos caras del mismo yuán.